Dependencia emocional: del deseo a la necesidad extrema.

Dependencia emocional: del deseo a la necesidad extrema.

 

¿QUÉ ES LA DEPENDENCIA EMOCIONAL?

Mucho se ha hablado en los últimos años de la dependencia emocional. Aparece constantemente en la literatura popular, en la televisión y en nuestras conversaciones. Aunque a veces el término que usamos es otro (relaciones tóxicas, dependencia afectiva, adicción al amor…), tratamos de referirnos a una realidad que a todos nos es familiar. Estas  frecuentes alusiones no son casuales, sino que se deben al gran número de personas que se identifican con esta problemática  o que la ven en alguna persona conocida.

Pero, al igual que ocurre con otros conceptos en psicología, el de dependencia emocional suele utilizarse como paraguas que engloba multitud de realidades, y no siempre se emplea de la manera más acertada. La violencia de género es el ámbito en el que más se ha estudiado, y es comprensible ya que aparece de forma clara e intensa en este contexto. Sin embargo, multitud de personas que no están inmersas en una relación de maltrato siguen patrones de dependencia emocional que les producen un intenso malestar. Es en esto en lo que nos vamos a centrar, y somos conscientes de que este término abarca un amplio continuo y de que en ningún caso podemos esquematizar la multitud de variedades existentes.

Por ello, comencemos con la definición que Jorge Castelló[i], un gran estudioso del concepto, hace de este: «La dependencia emocional es la necesidad extrema de carácter afectivo que una persona siente hacia su pareja a lo largo de sus diferentes relaciones». Vamos a ir desglosando estas palabras porque cada una nos da mucha información.

Lo primero que llama la atención es “la necesidad extrema”.  Este concepto sugiere que algo apremia, que es urgente y que la ausencia de aquello necesitado angustia. No es lo mismo “necesitar” que “desear”. El primer término implica estar atado, el segundo habla de una elección.  La necesidad es “de carácter afectivo”, es decir, lo que la persona reclama es, como bien se indica, afecto. No se trata, por ejemplo, de requerir a otro para tomar decisiones o de no ser capaz de hacer las cosas por uno mismo. Esto en psicología estaría más relacionado con lo que llamamos “personalidad dependiente” y, aunque tiene similitudes, no se aborda de la misma forma y su desarrollo no nos es posible en estas líneas.

Otro aspecto clave es que este término hace referencia al ámbito de “las relaciones de pareja”. Hay personas que se  sienten dependientes de ciertas amistades o familiares. Al igual que en el caso anterior, este sería otro patrón algo diferente. Por último, esta circunstancia se  produce “a lo largo de sus relaciones de pareja”, ya que se trata de un patrón que se repite en diferentes relaciones, no se ha dado únicamente con una de ellas en un momento puntual. Nuevamente, si es así, estaríamos hablando de otro aspecto.

Las personas con dependencia emocional no solo notan dificultades en el ámbito de pareja, también a nivel personal y en las relaciones con los demás.

La diferencia entre el deseo y la necesidad emocional no es siempre sencilla de ver puesto que muchas veces difiere en la intensidad de algunos comportamientos y en cómo estos nos producen intenso malestar e  interfieren en nuestra vida.

Del deseo a la necesidad
Del deseo a la necesidad

Veamos algunos de los patrones propios de la dependencia emocional, que ayudarán a delimitar esta realidad:

  1. Necesidad extrema del otro. Es habitual que una persona quiera estar cerca de la persona a la que desea, y más en los primeros momentos de la relación. Sin embargo, ahora nos referimos a ese “no puedo estar sin saber del otro”, que se plasma en continuos mensajes y llamadas, hacer todo juntos, saber dónde está y qué hace, etc. Además, la ausencia o el desconocimiento provocan un intenso malestar. Sería similar a la ausencia de una droga en una persona adicta a una sustancia.
  2. Prioridad de la pareja sobre lo demás. Se comienza a descuidar planes con amigos, aficiones e incluso el trabajo (llegando tarde, no dedicando el tiempo habitual…). La persona está disponible siempre para su pareja y puede cancelar o retrasar cualquier otro aspecto, le es secundario.
  3. Idealizar a la pareja. No se trata simplemente de ver a la pareja como alguien con muchas cualidades positivas, sino verdadera admiración. Es la persona que le da todo lo que no tiene, siente fascinación.
  4. Elección de un mismo prototipo de pareja. Suele ser una persona aparentemente segura de sí misma, egoísta, que no cuida ni la relación ni a la persona. Esto no siempre es así, pero es lo más habitual.
  5. Intenso miedo a la ruptura. Esta posibilidad sobrevuela los pensamientos del dependiente con frecuencia y la persona buscará diferentes formas de “asegurarse” de que su pareja no tiene esta intención. Además, cualquier pequeño gesto o palabra tiende a interpretarse como signo de que la otra persona “ya no siente lo mismo” o “me va a dejar”.
  6. Comportamientos de sumisión y subordinación. La persona hará cualquier cosa con tal de contentar a la pareja: ir adonde al otro le gusta, renunciar a un plan por verse el día que mejor le viene al otro, vestirse como al otro más le gusta… Lo que al principio comienza como una forma de hacer sentir bien a la otra persona termina en un círculo del que es difícil salir.
  7. Patrón que se repite en diferentes relaciones. Estos comportamientos y formas de pensamiento aparecen en diferentes relaciones de pareja, por lo que no dependen únicamente de que se haya formado esa dinámica con una persona en cuestión. A veces se han podido tener las llamadas “relaciones de transición”: relaciones que no tienen mucha importancia y en las que uno se comporta de diferente modo.

Las características anteriormente citadas harían referencia al ámbito de pareja, pero también encontramos pautas frecuentes a nivel personal y social.  Así, como ya hemos adelantado, la persona descuida sus amistades, sus aficiones, su trabajo y su familia. En definitiva, la pareja pasa a ser el centro de la vida del dependiente y lo demás queda en un segundo plano. En el ámbito personal encontramos dificultades que será muy importante trabajar, fundamentalmente relacionadas con la baja autoestima, el bajo estado de ánimo y  la baja tolerancia a la soledad.

El trabajo sobre la dependencia emocional se debe enfocar en todas estas áreas. La mejora de la autoestima es fundamental a lo largo del tratamiento. Se aspira a que la fuente de la misma seamos nosotros mismos y no el exterior. Por otro lado, es necesario modificar estos patrones destinados a obtener afecto bajo cualquier circunstancia y reasegurarse de que la persona sigue ahí. Así, el obtener información de qué hace el otro, buscar palabras tranquilizadoras o  realizar conductas de sumisión alimenta la angustia, por lo que dejar paulatinamente de hacerlo será otro aspecto clave.  En tercer lugar, es imprescindible recomponer el ambiente, las amistades, los pasatiempos y las relaciones familiares que estén descuidadas o  dañadas. Por último, habrá que aprender a construir una nueva forma de relacionarse con las parejas, identificando comportamientos y pensamientos de este tipo desde el primer momento y llevando a cabo otros alternativos. Además, en cada persona se abordarán aspectos específicos de su realidad que hayan contribuido o lo estén haciendo a que esto se tenga lugar.

Esta problemática se da tanto en mujeres como en hombres. Son más las mujeres que acuden a terapia por estas circunstancias, pero no podemos asegurar por ello que la prevalencia sea mayor puesto que no todo el mundo que tiene un problema da el paso de acudir a un especialista.

El número de personas que acuden a terapia por circunstancias relacionadas con la dependencia emocional cada vez es mayor, por lo que la psicología trabaja para comprender esta realidad y dar una mejor respuesta a quienes se esfuerzan por realizar un cambio. Cada situación es muy diferente y los puntos anteriores solo son una línea de partida en la que se trata de sintetizar las características que son más habituales.

Muchas veces tendemos a normalizar comportamientos de este tipo y  la persona queda inmersa en una relación de malestar para la que le es difícil ver salida.

Plantearnos que podemos vivir las relaciones de otra manera es el primer paso hacia nuestro objetivo: convertir esa necesidad en deseo, manteniendo una relación por lo positivo que nos aporta y por lo que nos hace crecer.

Próximamente en En Madrid Psicólogos ofreceremos un taller para abordar esta realidad. Si te identificas con lo mencionado, conoces a  alguien con un perfil similar o  simplemente estás interesado en saber más sobre ello, consulta nuestra página durante las próximas semanas.

 

[i] Esa definición es de Jorge Castelló, quien ha realizado un meritorio trabajo de conceptualización y desarrollo de la dependencia emocional, cuyos planteamientos han sido tomados como base para el presente texto. Se puede consultar la definición en la siguiente publicación:

Castelló, J. (2005). Dependencia emocional: Características y tratamiento. Madrid: Alianza.